No Comment

A bastante gente, escuelas de entrenadores, equipos de cualquier categoría o futbolistas individuales, le interesaría mucho repasar los primeros quince minutos del Depor-Sevilla de anoche (0-3). Ese vídeo es una lección fundamental de lo que significa ir a por un partido. Ir a por un partido desde el primer instante y hacerlo de forma absoluta, completa y rotunda. Tres saques de esquina forzados en los primeros tres minutos, una avalancha anaranjada sobre Riazor, un puñado de ocasiones, dos goles. Partido cerrado en un cuarto de hora de ciclón sevillista, manifiesto público de ambición y voluntad de triunfo, secuencia continua de juego encadenado, veloz y vertical.

El Sevilla tiene, por supuesto, defectos, vacíos y lagunas, incluso una cierta tendencia a embarullarse en algunos momentos. Pero desprende un aroma sensacional. Su energía es de tal calibre que uno no puede menos que sentir emoción ante semejante derroche eléctrico. Y aunque cada semana deja algunos síntomas de fatiga, el voltaje de este cuadro no deja de incrementarse en pos de esa triple corona (que sería cuádruple si contamos la Supercopa europea) que parecía pertenecer al terreno de los sueños, pero que en vez de alejarse se acerca.

El Depor no ha tenido la menor opción de ir a por el partido porque cuando ha querido hacerlo, los sevillistas ya se lo habían quitado de las manos. Entre la efervescencia de la banda derecha (Alves-Navas), el golpeo de Kanouté, las asistencias precisas de Kerzhakov, las manos mágicas de Cobeño y la capacidad de Poulsen para guardar siempre la posición central no le han dado la menor oportunidad a Caparrós para sobrevivir en la Copa. Así que también esta competición se encamina, salvo milagritos, a un Sevilla-Barça final, con lo que la temporada se cerraría de la misma forma que empezó.

Martí Perarnau.
 

This Post has No Comment

Publicar un comentario

Entrada antigua Entrada más reciente