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La magnífica primera parte del Sevilla le permitió marcharse al descanso con dos goles de ventaja, una superioridad que no tardó en desaparecer tras la reanudación, lo que obligó al equipo de Juande a emplearse al máximo en defensa y a sufrir para contener la avalancha del Tottenham.

Hay equipos que son campeones por casualidad, porque estaban en el sitio justo en el momento adecuado, y otros porque llegan a la cima poco a poco, apoyados en una planificación deportiva y económica coherente, con una base que les impide caer cuando el camino se empina y les permite solventar los problemas con naturalidad.

El Sevilla es de estos últimos y lo demostró en este choque contra el Tottenham, en especial en el complicado segundo tiempo. Tiene una plantilla completísima y equilibrada y un entrenador, Juande Ramos, que sabe jugar a la perfección con las piezas que el club ha puesto a su disposición. Terminó la pasada campaña arrollando al Middlesbrough en la final de la Copa de la UEFA y comenzó la actual goleando al Barcelona en la final de la Supercopa de Europa. En semifinales de la UEFA, donde le espera Osasuna, y de la Copa del Rey, en la que se medirá al Deportivo, el Sevilla, que también aspira a ganar la Liga, puede hacer de esta temporada la mejor de su historia.

El buen encuentro del Tottenham en el Sánchez Pizjuán y el empate a cero contra el Racing en la última jornada despertaron en algunos ciertas dudas sobre la capacidad del Sevilla. Pero lo cierto es que en la ida ya demostró su carácter ganador al remontar el tanto inicial de los ingleses y en su inicio de partido en White Hart Lane dejó claro que derrotar al campeón en una eliminatoria hace falta algo más que una buena tarde. Un error, un descuido, una momentánea pérdida de concentración, miras al marcador y el Sevilla ya te gana por dos goles.

Fue lo que le sucedió al Tottenham, un conjunto que aprecia el toque y la estética, algo blando quizá, y que ha reunido a un grupo de buenos futbolistas, como Berbatov, Keane, Jenas, Malbranque o Robinson y que cuenta con una de las parejas de centrales con más futuro de Inglaterra, la formada por King y Dawson. Los dos quedaron retratados en el segundo gol del Sevilla, cuando Kanouté tiró una pared perfecta con Kerzhakov y eludió la salida de Robinson con un regate espectacular, en el que se cambio el balón de pie a una velocidad impropia para un futbolista de su altura. Quizá el malí estaba en fuera de juego cuando recibió el balón devuelto por el ruso. Una acción al límite que sirvió para sentenciar la eliminatoria.

Una eliminatoria que empezó a aclararse a los tres minutos de juego, cuando muchos aficionados aún buscan despistados su butaca en la grada. Martí sacó un córner, Poulsen cabeceó sin oposición y Malbranque, situado junto al palo derecho de la portería defendida por Robinson, remató a la red en su intento de despejar el balón. Un tanto de risa que hundió a su equipo, que quedó aturdido y se convirtió durante casi toda la primera parte en un juguete en manos del Sevilla. Sin tiempo para asimilar el gol, Kanouté pudo lograr el segundo apenas un minuto después. No acertó, pero en la siguiente ocasión que se le presentó no falló.

Cambio de dueño

El reloj apenas había avanzado diez minutos y ya estaba casi todo decidido. Sólo la moral inquebrantable que acompaña a todo equipo inglés y el orgullo de sus jugadores y aficionados, que animaron sin descanso durante toda la noche, impidieron que el paseo del Sevilla fuera mayor. Escondieron el balón los de Juande, lo movieron con criterio, mantuvieron el orden defensivo, no perdieron la concentración pese a la cómoda ventaja y aún disfrutaron de ocasiones para aumentar el castigo al Tottenham, que se ilusionó con el disparo al poste de Berbatov cuando se acercaba el descanso y que encontró en los vestuarios la agresividad y la confianza que le habían faltado de inicio.

El balón cambió de dueño y el encuentro dio un giro lógico si atendemos a la filosofía que impera en el fútbol inglés y que impide a sus equipos rendirse hasta que el árbitro pita el final. Acorraló al Sevilla el Tottenham, que reclamó con razón un penalti de Javi Navarro a Zokora y aprovechó dos errores defensivos de los hombres de Juande, impecables hasta ese momento, para empatar y llevar la inquietud al banquillo español. Primero Defoe, nada más sustituir a Zokora, y después Lennon deshicieron en dos minutos el buen trabajo hecho hasta entonces por el Sevilla, que no pudo ofrecer esa imagen alegre del primer tiempo.

Si antes Renato había sustituido a Daniel Alvés, con problemas físicos, después del empate fue un central, Aitor Ocio, el que reemplazó al ofensivo Adriano. Había miedo a los balones aéreos de los ingleses. Se olvidó de atacar el Sevilla, que se metió en su campo para buscar el contragolpe definitivo, pero sobre todo porque la avalancha del Tottenham le obligó a ello.

Pero resistió el Sevilla, que cuando se vio exigido al máximo por su rival fue ese equipo fiable y sólido del que hablábamos al comienzo. Se defendió con todo y respiró cuando vio a Berbatov y Dawson fallar dos claras ocasiones frente a Cobeño, que tuvo una actuación brillante y logró que no se echara en falta a Palop. La frustración del Tottenham quedó reflejada en la durísima entrada de Tainio a Puerta y que le costó la expulsión cuando el choque ya agonizaba.

Ahora al Sevilla le espera Osasuna y entre ellos se jugarán una plaza en la final de la UEFA, que volverá a contar, al menos, con un equipo español.
 

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