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Tendrán que sudar sangre. Habrá que sudar tinta. Será un partido a muerte. Esto y más se ha dicho sobre el choque de esta noche. Y no es quedarse corto. Sevilla y Osasuna. Osasuna y Sevilla. Dos viejos conocidos en cruces del KO, varias cuentas pendientes por resolver y un solo billete para Glasgow. Esto es la guerra. Sí, esta noche en Nervión hay una final en juego y mucho honor, muchísimo honor. Todo en un encuentro que en cualquier caso pasará a la historia al ser el número 70 del equipo en el viejo continente. 70 choques que han dado ni más ni menos que para dos títulos continentales, unos cuartos de final de la Copa de Europa, rebautizada como Liga de Campeones, y noches históricas y emocionantes como la de la remontada del Paok que hasta hace bien poco había sido la cúspide de las alegrías sevillistas en materia internacional. Eso ya fue hace mucho y ahora los tiempos han cambiado. Somos grandes y eso de bestias negras debe y tiene que pasar a la historia.

Esta noche Nervión, con más de cuarenta mil almas y gargantas unidas por un mismo sentimiento, va a rugir. Tiene que rugir. El sevillismo tiene que perder la voz por un solo grito, por un solo mensaje que provoque temblor de piernas en Osasuna nada más saltar al campo. El Sánchez-Pizjuán será una caldera con un grito unánime en busca del sueño de Glasgow, como ya ocurrió hace poco más de un año con Eindhoven. La afición tiene que rociar de gasolina al fuego sevillista, a este equipo que es una máquina de matar cuando le alientan los suyos, para provocar el incendio de los incendios en lo futbolístico, para llevar al equipo en volandas hacia el triunfo, para ganar o ganar sí o sí porque no queda otra opción. Es la única. Esta es la definitiva. Es una batalla, la última de las batallas que de ganarla podría aliviar penas del pasado, aquel partido de la nieve y el hielo... ¿Quién no lo recuerda? En anteriores ocasiones el otrora Sadar cerraba las eliminatorias. Ahora es el Sánchez-Pizjuán el que tiene la última palabra. Y ya sabemos cual es la última palabra: Glasgow, Glasgow, Glasgow, Glasgow. Y mil veces Glasgow.
 

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