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La realidad es que este Sevilla mantiene una fragilidad defensiva fuera de lo normal si quiere aspirar a cosas importantes. Es cierto que el partido estuvo marcado por la expulsión de Daniel Alves al borde del descanso, pero habrá que preguntarle por qué metió la mano para cortar una jugada del Villarreal con una amarilla ya en su haber, aunque fuera sacada de la nada por Velasco Carballo. También es cierto que Jiménez tuvo que recomponer una defensa ya de por sí improvisada hasta en dos ocasiones: por la expulsión del brasileño y la lesión de Casado. E incluso que Velasco Carballo ha minado al Sevilla con continuas decisiones minuciosas. Pero lo más cierto es que los de Pellegrini han hecho una ocasión de gol en cada jugada a balón parado, bajo la única explicación de la inoperancia en los marcajes de la zaga sevillista sobre todo en el caso de Aquivaldo Mosquera, encargado de defender al mexicano Guille Franco que convirtió en goles dos centros de Marcos Senna, con el colombiano aún buscando al nueve del Villarreal.
Y por si fuera poco, Mosquera hace un penalti sobre Mati Fernández en una jugada intrascendente tras más de 50 minutos defendiendo el resultado con uno menos. Y eso que Navas culminó un contrataque enviando el balón al palo aún con el 1-2 en el marcador. Pero ante un equipo como el Villarreal no te puedes permitir el lujo de depender sólo de Palop, que por cierto se comió el 1-0 de Guiille Franco y luego sacó tres goles cantados antes del empate castellonense. En definitiva, una derrota ante un rival directo en los puestos altos que precisamente aleja al Sevilla, por ahora, de la lucha por la Champions.
 

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